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tes: es una criada sin relieve, es un grupo ele gente alegre y zumbona. Y es precisamente la muchacha sin relieve -¡qué ironía y qué vergüenza!- quien le hace claudicar. -"Tú también estabas con Jesús, el galíleo". Claro que estaba con Jesús. Estaba con él física– mente, acompañándolo en todos sus caminos. Y esta· ba por él con cuerpo y alma. Era especialmente parti– dario del Maestro: estaba con su doctrina, con su per– sona, con sus ideas, con su actitud, con su ejemplo. Estaba chapado a la imagen y semejanza de Cristo. Esta era su fuerza, su orgullo y, diríamos, su razón de ser. Y Pedro lo sabía. Pero ... tuvo miedo, se sintió so– lo, sin respaldo, como acorralad.o. Tuvo tanto miedo que acabó siendo un cobarde. No tuvo valor para ser heróico, eso es todo. El segundo turno corre a cargo de otra criada, que insistió con descaro: -" Este estaba con Jesús, el Nazareno". Pedro se sintió en el vacío, atemorizado como una pieza a quien persiguen los cazadores en su último re– ducto. No quiso dar la cara por su Maestro. Temió las burlas, las complicaciones, la revancha de aque– lla gente zumbona y un poco despiadada. En frío no es fácil ser heroico. El golpe de gracia lo recibe de la gente desocupa– da del atrio: -"En verdad que tú también eres de ellos, pues tu misma habla te descubre". Sí, sin lugar a dudas, Pedro es uno de ellos. Tiene su lenguaje, su tono, su acento, su estilo y no puede disimularlo. Se nota a la legua que ha vivido con él, que lo ha seguido. Y esto, que es un orgullo para Pe- 240
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