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EL CANSANCIO DE LOS BUENOS Los hay de varios tipos: de nacimiento, de resenti– miento, de aprendizaje y de agotamiento. El cansancio es uno de los síntomas más alarmantes de desintegra– ción en las comunidades humanas. Pío XII denunciaba "el cansancio de los buenos" como uno de los peores males del siglo. Y su diagnóstico es, tristemente, acer· tado. La estampa del cansado inspira compasiva tristeza: mirada inexpresiva, apoltronamiento, desinterés, des– ilusión, aburrimiento. Los cansados dan la sensación de viejos prematuros con los que no se puede contar para nada. Llamados a colaborar se inhiben. No hay empresa, por noble y humana que sea, que logre esti– mular su pereza. Les molesta el entusiasmo de ,os de– más. Si son marginados se "resignan". Son seres pa· sivos que se aíslan deliberadamente de los proyectos, programas de acción y compromisos comunitarios. Se ha llegado a un lamentable círculo vicioso: se inhiben porque no se cuenta con ellos y no se cuenta con ellos porque se da por descontada su inhibición. Dentro de esta coincidencia en el punto muerto de la pasividad, el cansancio ha venido por caminos dis– tintos. En el cansancio de los buenos hay con frecuen– cia una historia íntima de sentimientos heridos, de brava lucha, de esfuerzo dramático. El hombre bueno no ha sabido o no ha podido resistir la avalancha de las circunstancias adversas. Y al final admite con amar– ga resignación su derrota. 234
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