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tan, las que restan confianza, las que humillan y las que irritan. Las que no usan jamás las personas bien educadas en sociedad. Una de IEs tareas más urgen– tes es la educación para vivir en comunidad y, de un modo más concreto, la formación para el diálogo. (Ya expusimos en un ensayo anterior as bases, contenido, alcance, temática y valoración de diálogo. Ahora nos referi mas a sJ forma externa). En todo diálogo tiene que transparentarse el apre– cio, el respeto, la confianza que ros merecen las per– sonas que lo sustentan. Aun en el caso de disentir de sus opiniones, debemos hacerlo de un modo correcto, como cabe esperar de hombres cultos. Y entre hom– bres cultos lo que cuentan son las razones no las vo– ces, ni los gestos, ni la irritación que quedan relegados para ,la gente de baja ralea moral. En el diálogo hay que observar todas las reglas del juego limpio: 1." Que· lo importante es "participar". El diálogo tie– ne un valor en sí mismo -se aprende a conver– sar- pero está siempre en función de algo. Es un instrumento, al servicio de intereses superio– res de fa colectividad. No se habla por hablar porque en este caso todo qJedaría en espectá– culo exhíbicionista de las cualidades dialécticas de los que tienen la palabra fácil y en humilla– ción de los "premiosos". El diálogo debe transcurrir siempre por cauces de buena armonía y para ello hace falta ejerci– tación y entrenamiento. 2:· No se trata de "vencer", sino de "convencer". Después de exponer con claridad y veracidad las opiniones propias y de escuchar con atención y respeto las ajenas, que gane el mejor. 229
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