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traía en su pupilas un fuego de eternidad que no podía disimular. La oración es una felicidad tan irresistible que impulsa a cantar como le pasaba a Francisco. Y ese fuego y ese llanto y esa alegría eran su tes– timonio. Y así hizo la gran renovación cristiana que llevó de calle a obispos, frailes y laicos. La renovación no es posible 11á~ que por este camino. Lo que nece– sita el mundo para renovarse es que venga Francisco de nuevo, abrazado a Cristo. Lo demás es "snobismo" y demagogia... 221

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