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fusivo renueva y vivifica la convivencia. Objetivo: po– ner amor allí donde el frío del corazón congela las mi– radas y arruga los ceños. Poner amor en las relacio– nes entre Iglesia-Estado, en las fábricas, en el mundo obrero, en los hogares entre esposos desavenidos, en– tre amigos que se iban distanciando. Poner amor so– bre todo a Dios gritando hasta el llanto que "el Amor no es amado". "Donde haya ofensa, ponga perdón". ¡Cómo duelen las ofensas, particularmente las que vienen de donde menos cabría esperar! Las ofensas han levantado un muro de frialdad hasta en la sobre– mesa familiar. Y no se ofende sólo con las palabras. A veces, es el olvido de un detalle que esperamos, la poca cordialidad en un encuentro casual, el poco apre– cio de los amigos que nos dejan solos cuando los necesitamos. Es ofensa la reticencia, la sonrisa mali– ciosa, la murmuración y la cobardía. En los amigos es ofensa que no salgan en nuestra defensa. Con frecuen– cia, la ofensa es una actitud de inhibición o de omi– sión. Y otras veces es la "jugada fea", la zancadilla envidiosa, la deformación de la verdad. Quizá nosotros mismos hemos agravado la ofensa con la ironía inoportuna o con el comentario poco be– névolo. Es posible herir al prójimo porque nos inter– preta mal lo que no dijimos con mala intención. Lo que no podemos hacer nunca sin destruir la paz es meter cizaña en la convivencia. La labor más hermosa del hombre bueno es "reconciliar", limar aristas, echar tierra sobre el pasado y apelar al perdón, como última instancia caritativa. "Donde haya discordia, ponga unión". Quien tenga las antenas de la sensibilidad abier- 20
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