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otras voces la 1oz de Dios. Hasta que Dios mismo pre– mia el esfuerz::> y se hace presente. Sin esta bl'.:squeda esforzada de Dios, de su volun– tad, de sus caminos no es posible la oración. Sin el sen– timiento íntimo de que Dios está presente y que se apo– dera de todo el hombre se puede hablar de un rato más o menos grato de "visita" al Señor, pero no de verdade– ra oración. Y ,a búsqueda no permite otras evasiones porque el hombre vive en un estado de inquietud, de incertidumbre f de descontento de sí mismo hasta ha– ber encontrado de verdad a Dios. Y aún después de haberlo encomrado y de haber escuchado su voz, hay que seguir buscando porque mientras más generosa– mente se entrega el hombre más exigente se hace Dios. Es la misma Biblia quien nos presenta a Dios co– mo "encelado", convencido de que todo el hombre -corazón y entrañas, cuerpo y espíritu, pensamiento y amor- es suyo y que no está dispuesto a admitir partijas. Búsqueda de Dios que no deja en descanso al hom– bre hasta que éste no lo haya tornado en serio. Y tornar a Dios en serio es terrible porque Dios responde en la misma moneda: cuando toma en serio al hombre no le deja respirar en paz. De día a trabajar con pico y pala hasta caerse de cansancio. Y de noche, la terrible in– sistencia de los sueños. De noche, el lavado de cere– bro con visiones de Dios; el entrenamiento amargo pa– ra el trabajo; la invitación urgente a la conversión con el despojo absoluto de criterios, de ambiciones huma– nas, de segur dades para el futuro. De día, la abruma– dora tarea de "reconstruir la Iglesia" tarea que pone al hombre an;:e su dolorosa impotencia. Porque no se trata de "reconstruir" iglesias abandonadas con paleta, ladrillos, ventanales y tejas, sino de apuntalar costurn- 215

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