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tud supone estadios imperfectos que la hacen posi– ble: "Como todos los parvenus, el parvenu de fa ci– vilización se avergüenza de las horas humildes en que inició su existencia y tiende a sigilar/as. El "progresista" de nuestro tiempo es el mejor ejempla,,. de esta clase; de aquí su fobia hacia el pasado, sobre todo hacia el hombre primitivo. Deslumbrado por las botas nuevas de la civiliza– ción ac,ua/, cree que el pretérito no puede ense– ñarnos riada, y mucho menos ese pasado abso– luto, fuera ya de la cronología, que habita el hombre prehistórico". ( El Espectador, 111, pág. 369. Biblioteca Nueva, Madrid. 1950). "Más arriba he combatido la tendencia a creer que en la evolución de la cultura cada nuevo es– tadio suprime al anterior y todos ellos suponen fa muerte previa del salvajismo. Del mismo mo– do se imagina que en el desarrollo del organismo, hasta SJ culminación, cada etapa implica la su– presión de la antecedente; por tanto, que la ma– durez trne consigo la desaparición de la niñez en el hombre. Nada más falso". ( lbid.). La vida avanza en eslabones de cadena. Nuestra época no huoiera avanzado tanto sin el eslabón que han soldado nuestros mayores, uno a uno, a la tradi– ción, a la cultura y al progreso. Sin la colaboración de todos, nos hJbiéramos estancado. Si hemos recibido una herencia multiplicada, es porque los nuestros se han sacrificado por incrementarla. Olvidar este hecho para fugarnos directamente a las fuentes no deja de ser una especie de arqueologismo. la actitud juvenil ante los viejos no es sólo de res-

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