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sar y sentir, heredadas del pasado, no siempre se adaptan bien al estado actual de cosas". (Const. Lumen Gentium, n. 7). La juventud de hoy no tolera imposiciones autori– tarias y protesta pl'.;blicamente ante un estado de co– sas cuya vigencia se encomienda a la autoridad, a la tradición, muy vulnerable por cierto en este caso, y a la fuerza, porque no se puede sostener con razones. La inadaptación de instituciones, leyes y costum– bres a la marcha real del mundo encuentra en la ju– ventud sana un noble espíritu crítico. Sin entrar aho– ra a valorar esta postura, lo cierto es que existe la crítica no de temas accidentales, sino de la misma vi– da religiosa, en un ámbito muy concreto: "Por una parte, el espíritu crítico más agudizado la purifica de un concepto mágico del mundo y de residuos supersticiosos, y exige cada vez más uria adhesión verdaderamente persona! y operante a la fe, la cual hace que muchos alcan– cen un sentido más vivo de lo divino" ( lbid.). Es también muy humano que parte de la juventud y, en general, un número notable del pueblo, se alejen prácticamente de la religión. En estas dos posturas -rechazo de lo mítico, mágico y supersticioso por exigencias oe una religiosidad más depurada y pro– gresivo apartamiento de la fe en otros- se alinean los hombres de hoy. Los más preparados se han opuesto valientemente a las leyes, costumbres y formas de pensar y sentir del pasado, que reconocen desfasadas, como lo reconoce el Concilio. Pero otros no han superado el "escánda– lo" y se han alejado de Dios. ?08

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