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zo, sacrificio y muchos ratos amargos. Soportar y ser soportado es una ejercitación responsable de lealtades a Dios y a la conciencia. Los hijos tienen que soportar con frecuencia la dureza, la extrañeza y la arbitrariedad de sus padres que, siendo buenos, no han sabido superar sistemas anticuados que ya no tienen vigencia. -Sinceridad para llamar a /as cosas por su nom– bre y sinceridad como actitud básica ante fa vi– da. No la sinceridad brutal que es un desahogo cobarde de despecho y de malhumor y que vier– te sobre la cara del interlocutor todo el resenti– miento contenido. Sino sinceridad caritativa que consiste en decir la verdad con buenas formas. No acusación violenta, sino corrección bondado– sa. Si los padres tienen algo que decir a sus hijos no es procedente hacerlo en un momento de tur– bación con los ojos desencajados y la voz es– truendosa. Si los hijos tienen que decir al,go a sus padres deben dejar pasar la hora de la con– trariedad. Y luego, en un clima de serenidad y sinceridad decir caritativamente lo que haya que decir. -Confianza entre padres e hijos. Los hijos denun– cian con frecuencia a sus padres por no haber ganado su confianza y esto resulta catastrófico para la convivencia y para la educación. Las eva– sivas de los padres -sobre todo cuando se tra– ta de problemas serios- son una falta de honra– dez y de responsabilidad. El padre debe estar siempre atento a la confidencia y dar la res– puesta adecuada a cada problema que se le pro- 204

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