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POSTURAS EXTREMAS En princ1p10, ambos sistemas tienen su parte de verdad. Por eso, la actitud ante "el otro" ha de ser comprensiva, respetuosa y caritativa. De este modo, se llega a la "integración" de los valores de ambos. Lo que pasa es que lo que debería ser diálogo abierto se convierte, con frecuencia, en ácidas disputas, en antagonismo agresivo y en mutua ofensa. El integrista corre el riesgo de inmovilismo. Para asegurar hasta el límite la seguridad y la ortodoxia en dogma y en moral se cierran las puertas a toda posi– bilidad de progreso y de renovación. Se moteja de "novedades peligrosas" a lo que no es más que lim– pio deseo de adaptación a los tiempos. Toda cerra– zón es funesta. El mundo progresa a pasos agiganta– dos y hay que seguir el ritmo de los tiempos para no quedar desfasados. La Iglesia es una sociedad visible que crece, se desarrolla y madura en el tiempo histó– rico que a cada uno toca vivir. Ignorar este proceso es quedarse atrás e imposibilitarse para una acción apostólica adecuada. "Los signos de los tiempos" no son una creación artificial, sino una realidad tangible que hay que aceptar con todas sus consecuencias. La polémica excita los ánimos y pone al hombre a la defensiva. Se pierde serenidad y equilibrio, tan ne– cesarios para una justa valoración de los hechos y de las nuevas experiencias. Es entonces cuando el inte– grista se radicaliza y se cierra en banda a todo lo nue– vo. Como en toda experiencia nueva hay que exponer- 152
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