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a pactar la paz. En este sentido, todos los esfuerzos de los gobernantes y políticos cristalizados en nego– ciaciones, conferencias, encuentros amistosos etc., merecen el apoyo más entusiasta. Sin embargo, la ta– rea más urgente en el mundo de hoy es "mentalizar" al hombre para la paz, llevarle a la convicción de que con las guerras no se gana nada y de que con la paz puede conseguirse todo; acabar de una vez con el "mito inhumano" de los ciclos bélicos, o sea la "nece– sidad histórica" de que haya guerras como hay "esta– ciones climatológicas. Cuando un pueblo se decide enérgicamente por la paz, desde la base, se ponen automáticamente en marcha soluciones de paz. Por otra parte, la paz no es un concepto abstracto ni difuso. Es una actitud y un comportamiento. Es una vivencia personal que se proyecta en la colectividad. Cuando los grupos viven la paz brotan espontáneamen– te la comprensión, la abertura, la comunión. La paz vivida a cada instante da como resultado una convi– vencia armónica que se despliega en todas las direc– ciones del amor fraterno. Y ésta sí que es una alta empresa que, sin marginar a nadie, empieza por la persona. Todos nos sentimos convocados para traba~ jar, en la medida de nuestras fuerzas, por ser "instru– mentos de paz". -No es nada fácil "mentalizar" para la paz, que choca con tantos intereses creados. -Sin embargo, el hombre moderno vive angustia– do, pero esperanzado respecto a la paz. La Constitu– ción conciliar "Sobre la Iglesia en el mundo actual" re– fleja con exactitud de diagnóstico este clima tenso de temor y esperanza: 12 "Mientras el mundo siente con tanta viveza su propia unidad y la mutua interdependencia e in-
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