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perior o del compañero, del jefe o del empleado, del padre o del hijo con la intención de herir y separar. Es claro que esos vulgares activistas de la des– unión no son nunca uigo limpio. Ln hombre responsa– ble debe informar con lealtad y veracidad por motivos de justicia, de caridad o de amistad. Pero lo hace siem– pre a pecho descubierto, sin enmascararse en el ano– nimato o en la clandestinidad. El infame sembrador de cizaña sigue procedimientos oscuros y pide el má– ximo silencio. "Te lo digo como amigo, pero... que no se sepa". "Me disgusta mucho tener que decirte esto, pero la amistad me obliga a ello". "Que conste que yo aprecio mucho a X" -dice el hipócrita des– pués de despellejar cruelmente a quien envidia por– que vale mucho más que él. El pasaje evangélico esclarece puntualmente dos hechos: Ante todo que el sembrador de cizaña fue un enemigo. Y que lo hizo durante la noche. Es como una voz de alerta, una invitación a la vigilancia, a la pon– deración de las actitudes, al esclarecimiento de los hechos. En la vida comunitaria hay que estar preveni– dos contra estos tipos resentidos y desenmascararlos a tiempo. Son perturbadores peligrosos de la paz. "Durante la noche". Es la hora propicia que apro– vechan los lobos para saltear los corrales y matar el rebaño. Es la hora en que los zorros irrumpen en los gallineros. La hora de los ladrones, de los conspirado· res, de los espías, de los traidores. Los sembradores de cizaña actúan en la clandestin dad, en la ausencia -en la noche- "Te lo digo en confianza porque eres mi amigo", "Que no lo sepa nadie", "Esto debe que– dar entre nosotros". Y de este modo vierten el vene– no de su mordacidad y de su resentimiento causando heridas mortales a la vida de convivencia. 129

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