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flictos. Conocen a fondo las condiciones maléficas de la cizaña y su acción sobre el trigo. La triste tarea de los sembradores de cizaña -pro– fesionales del bulo, de la insinuación maligna y de la difamación cobarde- es crear un ambiente de confu– sionismo en torno a una institución, a una actuación o a una persona. La cizaña es muy parecida al trigo en su primera etapa de crecimiento. El sembrador de cizaña insinúa casi siempre porque sabe que sería desenmascarado si difamara. Lo que intenta en el fon– do es difamar pero, por instinto y por estrategia, se conforma con insinuar hábilmente, dando a hechos in– significantes de la vida diaria una interpretación torci– da. "Los hechos, ahí están tos hechos", repiten como' Yago, el difamador clásico de la obra de Shakespeare. Y Otelo, que no ha tenido tiempo para una reflexión serena, se deja llevar por la ofuscación que le turba inte:iormente y estrangula a Desdémona que es más limpia que las estrellas. Está perfectamente compro– bado que los hechos son casi siempre susceptibles de varias interpretaciones. El mismo comportamiento pue– de obedecer a razones muy diversas: la "cara de san– to" puede señalizamos la presencia de un hombre de Dios, pero con frecuencia delata la presencia de un farsante o de un hipócrita. En todas las formas de vida comunitaria los fallos son normales. El hombre es limitado y sería utópico exigirle más de lo que puede dar de sí. Pero aquí se trata de una cuestión muy diferente: el sembrador de cizaña crea voluntariamente las condiciones del con– flicto y del malestar con unas armas cuyo manejo co– noce a perfección: la duda, la reticencia, la insinua– ción. Pone en guardia contra las intenciones del su- 128
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