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-que todos somos hombres con un origen común, sujetos de derechos y deberes por ley natural; -que todos somos responsables, es decir, un po– co culpables de las tensiones que nos dividen y nos enf"entan; -que tooos estamos embarcados, en conciencia, en la construcción de un mundo más en confor– midad con los designios de Dios; -que "todo hombre es mi hermano", sin distinción de ideo,ogías, diversidad de color, de cultura, de creencias; -que tooos los hombres tenemos un destino co– mún que nos une en la vida y más allá de la muerte; -que todos somos hijos de Dios que da sentido a la vida i .a la muerte. -Pero un programa de tal magnitud supera las po– sibilidades personales y tiene que ser planificado y puesto en marcha a escala internacional. -Despado, amigo. Está en la mente de todos que · la paz internacional que no es sólo la supresión de las guerras, ni la paz controlada por la fuerza pública o por el instinto de conservación, ni la simple "coexis– tencia pacífica" exige el esfuerzo y la colaboración de todos los honbres de buena voluntad. Pero de la gran victoria de la paz puede decirse -y con más razón que de la guerra- que hacen más por ella las madres que lloran y los hombres que oran que quie– nes están inmediatamente implicados en ella. La paz no puede ser impuesta "por decreto". No cabe duda que desde el vértice se pueden provocar reuniones de alto nivel y dar directrices encaminadas 11

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