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SEMBRADORES DE CIZAl\iA El trigo bueno de la sementera ha sido escrupulosa– mente escogido por el labrador. El agricultor experto se esperanza y se regocija viendo cómo crece el trigal día a día. Mira con optimismo el porvenir y sueña con una cosecha abundante. No ha contado con la cizaña que puede ahogar el trigo. Durante la noche, el enemigo ha sembrado la ciza– ña y se ha ido. Pero deja, en su escapada cobarde, un rastro de su mala fe y las consecuencias de su acción perversa. La escena evangélica conserva toda su vigencia y actualidad en las comunidades poHticas y en las fami– lias religiosas. Los sembradores de cizaña perturban la buena marcha de la convivencia y hieren en los centros más sensibles la vida de la fraternidad. En el trigo bueno de las relaciones cordiales, de la franque– za a cara descubierta, de la colaboración noble siem– bra un hombre enemigo la desconfianza, el recelo y la desunión. Estos enemigos no dan jamás la cara, quizá por– que temen que se descubra su maniobra. Actúan en la clandestinidad, al amparo de !as sombras, porque están convencidos de que su forma de obrar es torpe y mezquina. No, no son ingenuos que meten la pata pero tienen la disculpa de sµ inexperiencia. Son gente con muchas horas de vuelo que saben perfectamente hasta dónde van a perturbar, a molestar, a crear con- 127
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