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resentidos. Y se vuelven agresivos contra todo lo que se opone a su triunfo: instituciones, personas y cosas. Es lógico que, desde su especial concepto de la vida, quien prescinde de sus servicios es siempre por algún motivo inconfesable. La institución que no cuenta con ellos es que está desfasada y debe desembocar en el fracaso. Los resentidos necesitan una cura urgente y en fuertes dosis de sentido común, de conocimiento de sí mismos, de convivencia, de apertura y de sencillez. ¿Es posible que lleguen a ofuscarse de tal modo que pretendan monopolizar la yerdad contra todos? Sería más inteligente y más noble pensar que puede uno mismo estar equivocado. Sería más razonable admi– tir que ven más dos mil ojos que los propios que pue– den estar empañados porque nadie es juez equilibra– do en causa propia. Todo esto sería muy razonable, pero entonces el resentimiento tendría remedio. Y, co– mo dijo acertadamente Marañón, "el resentimiento es incurable". Siguiendo a los especialistas podríamos presentar, de una forma muy aproximada, e carnet de identidad del resentido: -en su, físico: alto, flaco, propenso a la vida interior y a la frialdad afectiva; -en su inteligencia: el mayor contingente se reclu– ta entre estratos mediocres a todos los niveles; -en su carácter: egoístas, ambiciosos, vanidosos, aduladores, hipócritas, irascibles, desagradeci– dos, amargos, hipercríticos; -en su moral: calidad moral mediocre, con ausen- 125

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