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convierten al resentido en un tipo desagradable a quien todo el mundo rehuye. La excesiva valoración de sí mismo choca dramáti– camente con la poca estima que gozan ante los demás. Generalmente, no es poca estimación, es verdadera re– pulsa. De aquí que el resentido se vuelva agresivo por– que se siente injustamente tratado por la sociedad circundante. Son personas a quienes se les pone el veto en una reunión, en una fiesta de compañeros, en una organización de cualquier tipo. Son gente que no tienen éxito en sociedad, que carecen de amigos. Esto flota en seguida en el ambiente hasta que, por fin, se enteran los interesados. Y lo curioso es que "se mara– villan" y se sienten injustamente preteridos cuando la opinión pública coincide en que son unos indeseables. Sólo el resentido ignora que es un egoísta incapaz de toda colaboración leal que obliga a salirse un poco de sí mismo. Es curioso observar lo que sucede con las perso– nas. Los superdotados se sienten insatisfechos de sí mismos porque advierten sus limitaciones. A veces se extrañan de que se hayan fijado en ellos pensando que no son dignos de la admiración y el aprecio popu– lares. Los mediocres, en cambio, tienen tan alta esti– mación de su persona que se sienten desplazados y como agredidos cuando los demás no comparten su opinión. Todos tenemos "dos caras": !a que vemos an– te el espejo impoluto de nuestra opinión persona! y la que ven los demás que no nos juzgan con tanta pasión porque, en definitiva, nos ven desde afuera. El resen– tido se juzga honesto, justo, ecuánime, ejemplar, bue– no. Desde fuera, se escapan tan sutiles virtudes, sen– cillamente porque... no existen. El fracaso hace hervir la sangre en las venas de los 124

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