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90 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. ten las Ordenes contemplativas, cuya ocupación especial es la oración y la penitencia. En las Ordenes clericales y aun entre las monjas de clausura es obligatorio el oficio divino, la laus perennis. En Congregaciones o Institutos de ambos sexos es obligatorio el oficio parvo de la Virgen o del Sagrado Corazón de Jesús. Cotidianamente, en las comunidades religiosas de ambos sexos se recita el Ro– sario por lo menos en las cinco décadas y se hacen otras oraciones públicas y en común. Suelen ser obligatorias dos horas o espacios de tiempo dedicados a la oración mental. Hay muchas prácticas piadosas en común o en particular. Las Ordenes e Institutos religiosos se pueden considerar como ejércitos de orantes que detienen la ira de Dios contra el mundo prevaricador; las casas reli– giosas son pararrayos de los castigos de Dios. Hacen más los que ruegan que los que combaten. Más batallas ven– cen los orantes que los militares. Como Moisés en lo alto de la montaña y con los brazos extendidos, sostenidos por Aarón y Ur en la guerra contra los amalecitas (14), el pueblo de Dios vencía ; así, alzando los religiosos sus manos suplicantes al cielo por los hijos de la Iglesia, ésta vencerá a sus enemigos y perseguido.res. El Corazón de Jesús desea almas devotas que le pidan, .que oren, que le consuelen como le consoló a El el Angel en las agonías del huerto de Getsemaní.. Con éste fin recomendó a Santá Margarita la Hora Santa, que se practica con frecuencia después de las revelaciones he– chas a la Santa. Jesús mismo nos dice: <e Pedid y se os dárá; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.;.» (15). (14) Ex., XVII, 12. (15) Luc., XI, 9; · ·

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