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HORNO ARDIENTE DE CARIDAD 89 sedumbre, en la humildad, en el sacrificio, en la renun– cia, en la caridad y en todas las virtudes. b) La vida religlosa se presta a la expiaci6n. En otro lugar tratamos de la naturaleza y de la necesidad de la expiación, y cómo el Sagrado Corazón de Jesús se lo pidió a Santa Margarita de Alacoque. Ahora bien, la vida religiosa es muy apta para ofrecer continuas expia– ciones por la multitud de culpas que se cometen conti• nuamente. La vida religiosa es una especie de inmolación volun– taria y continua por la observancia de los votos y de las reglas del propio Instituto. El religioso, por su profesión, renuncia a los bienes exteriores, a las exigencias aun lí– citas de la concupiscencia y a la propia voluntad. La continua violencia que tiene que hacerse el alma religiosa, la mortificación de las propias pasiones, la con– vivencia con caracteres muy distintos, las humillaciones muchas veces sin culpa, las incomodidades, la disciplina rígida y monótona y otras muchas obras virtuosas, pue– den servir de expiación por las ofensas que se cometen contra Dios. El que vive en religión tiene oportunídad de ofrecer al Sagrado Corazón tantas reparaciones y sa– tisfacciones cotidianas solamente con la observancia fiel y diligente de su propia legislación. Por esto se llama la vida religiosa un martirio lento o un holocausto, cuya víctima voluntaria es el religioso que vive según su estado respectivo. c) La vida religiosa es vida de oraci6n. En el mun:– do pocos, relativamente, son los que de verdad oran. Dejando a los que carecen de la fe católica, aun entre los fieles católicos, ¡ cuán pocos son los que oran! En cambio, en la vida religiosa se ora constantemente. Exis-
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