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CAPITULO II EL SAGRADO CORAZON Y LA VIDA RELIGIOSA Todo fiel cristiano debe conocer, amar e imitar al Sa– grado Corazón; pero de manera especial las almas lla– madas a los diversos estados de perfección evangélica. Las personas religiosas de ambos sexos deben formar como un ejército de selección para difundir el reino de Cristo. Los institutos religiosos son como distintos bata– llones de ese inmenso ejército que combate por el triunfo del Corazón divino. Vamos a poner de relieve algunos puntos más impor– tantes sobre la devoción al Sagrado Corazón y la vida religiosa. a) La vida religiosa es la imitación de Cristo. Dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida la .perderá ; y el que pierda su vida por mí, la harallá» (8). Los religiosos son los lla– mados a la religión para seguir de cerca a Jesús y ser sus almas predilectas. Jesús pone p9r condiéión la abne– gación de sí mismos. «Si alguno viene a mí, y no abo- (8) Mat., XVI, 24-25.

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