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82 P. PIO M. a. DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. 3. Vida racional. Existen seres dotados de faculta– des racionales, como los hombres, que entienden y quie– ren; tienen entendimiento y voluntad. Aprecian y juzgan lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo. La vida racional sirve para las ciencias y las artes. Es necesaria para el individuo, la familia y la sociedad. El hombre goza de libertad y de responsabilidad, pero no puede gobernarse sólo por los principios filosóficos ni por los dictámenes de la razón. Sobre las verdades natu– rales existen las sobrenaturales; sobre la razón está la fe. Hay que considerar al hombre tal cual es en la actua– lidad. 4. La vida sobrenatural. Dios no se contentó con crear al hombre y dotarle de la vida vegetativa, sensitiva y racional ; quiso elevarle también a una vida superior que sobrepuja las fuerzas de la naturaleza; es el miste– rio de nuestra elevación al orden divino de la gracia y a la posesión divina en la bienaventuranza. Dice San Pa– blo: «El primer hombre, Adán, fue alma viviente; el último Adán, espíritu vivificante. Pero no es primero lo espiritual, sino lo animal; después lo espiritual. El pri– mer hombre fue de la tierra, terreno; el segundo hom– bre fue del cielo. Cual es el terreno, tales son los terre– nos ; cual es el celestial, tales son los celestiales. Y como llevamos la imagen del terreno, llevaremos también la imagen del celestiah (1). Es la vida del cristiano redimido con la sangre de Cristo Redentor. Por su muerte nos dio la vida. Vamos a explicarla. a) La fe. La primera condición para tener esa vida sobrenatural es la fe sobrenatural. Sin fe es imposible (1) 1 Cor., XV, 45-49.
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