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76 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. j Oh Señor! Amo la morada de tu casa, el lugar en que posa tu majestad. ¡Cuán amables son tus moradas, oh Señor de los ejércitos! Anhela y suspira el alma mía por los atrios del Señor; mi corazón y mis sentidos gritan deseosos hacia el Dios viviente (94). En muchos lugares Dios se muestra amigo que invita con la amistad, que acoge con cariño y benevolencia. En otras partes, como Huésped que acude con alegría y regocijo. Gusta de dar y de recibir la amistad mutua, la familiaridad, la intimidad de los amigos que se regalan mutuamente y se comunican con generosidad. La primera habitación que tuvo el Verbo Encarnado en este mundo fue el seno inmaculado de María. Isabel, recibiendo la visita de Jesús aun antes de nacer, sintió con San Juan la presencia de Jesús, Huésped divino. En Belén no encontró hospitalidad ni aun entre los suyos, y tuvo por primera cuna un pesebre. En Nazaret vivió en la casita de su Madre con su padre putativo, San José. Invitado a las bodas de Caná, por intercesión de María hizo el primer milagro público, convirtiendo el agua en vino, alegrando y admirando a los novios y comensales. Huésped en casa de su amigo Lázaro, Marta le servía con solicitud, mientras María contemplaba y amaba pos– trada a sus pies. Fue Huésped del rico Zaqueo, jefe de los publicanos, y Jesús le dijo: «Hoy ha venido la salud a esta casa, por cuanto éste es también hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que es- (94) Sal., 26, 8; 84, 2-5.

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