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HORNO ARDIENTE DE CARIDAD 73 realidad de Médico divino que cura, cuando quiere y como quiere. Recorría las ciudades y las aldeas enseñan– do en las sinagogas, predicando el Evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. El mismo dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y car– gados, que yo os aliviaré» (82). Jesús no sólo es Médico de los cuerpos, es también Médico de las almas. Conoce todas nuestras enferme– dades, todas nuestras dolencias, se compadece de nos– otros y nos cura con remedios eficaces. Para ello es necesario conocer nuestras enfermedades, es decir, nuestros defectos, nuestros vicios, nuestros pe– cados, todas nuestras malas inclinaciones, y presentarnos a El con viva fe y pedirle que nos cure. Señor, si queréis, podéis curarme... Jesús, yo me presento delante de tu Corazón abierto y te pido la curación de mi alma ; estoy como un leproso delante de Ti, cúrame, límpiame, purif{came, lávame con esa sangre y agua que manan de tu costado para que yo quede sano y salvo. Cúrame de mis enfermedades espirituales, que son todos mis pecados capitales; quítame la soberbia, la ambición, la sensualidad, la envidia, la avaricia, la pereza, las debi– lidades... Apiádate de mí, ¡oh Dios!, según tus piedades. Según la muchedumbre de tu misericordia, borra mi iniquidad. Lávame más y más de mi iniquidad y límpiame de mi pecado (83). (82) Mat., XI, 28. (83) Sal., L, 3-4.
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