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HORNO ARDIEN'IB DE CARIDAD 71 vino y de mi leche. Venid, amigos míos, y bebed y em– briagaos, carísimos» (73). Ven, viña mía elegida entre millares ; ven, entra en mi corazón, bebe del torrente de suavidades y dulzuras. ARTICULO III Jesús, Médico divino Muchas veces en la Sagrada Escritura se presenta Dios como un médico que conoce y cura todas nuestras en– fermedades. El profeta Isaías llama a los dispersos de Israel para que vuelvan a la amada Sión: «Yo vi sus cami– nos, pero los quiero curar, conducirlos, consolarlos; a sus entristecidos les haré fruto de los labios de paz, paz al lejano y al cercano; dice el Señor: Yo les curaré» (74). Jeremías contempla la herida de su pueblo y se com– padece de él, diciendo: «Así habla el Señor: Profunda es tu herida, gangrenada está tu llaga, no hay remedio para la úlcera, no se te cicatriza» (75). Declara que El será su médico. Por tanto, «Yo cicatrizaré la herida, te curaré de tus llagas>i, dice el Señor (76). David exclama: «Bendice, alma mía, al Señor, no olvides ninguno de sus beneficios ; El, que perdona todas tus ofensas., que te cura de toda enfermedad» (77). El símbolo de Médico se repite frecuentemente en el Antiguo Testamento, donde se representa a Dios miseri- (73) Cant., V, 1. (74) Is., 57, 18-21. (75) Jer., 30, 12 y sigs. (76) Jer., 30, 17. (77) Sal., 103, 2.
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