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70 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. en mí. Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, ése da mucho fruto, por– que sin mí no podéis. hacer nada» (71). Vemos, pues, que el símbolo de la viña y del viticul– tor es muy frecuente en los libros bíblicos para indicar las relaciones de amor y de solicitud que tiene Dios so– bre Israel, su pueblo escogido, sobre la Iglesia, Esposa dilectísima, sobre las almas elegidas para ser también esposas suyas en el orden místico. · Ahora bien, las almas devotas del Sagrado Corazón sacan de sus fuentes o manantiales las aguas abundantes para regar la fértil viña que plantó el Señor. Del Cora– zón divino viene la fertilidad, el amor y la amistad pura y santa que une el alma con el divino Viñador. El alma elegida, unida al tronco de la vid, que es Cristo Jesús, dará mucho fruto; separada de ese tronco es sarmiento seco que no sirve más que para el fuego. Vivamos unidos a la vid verdadera, al tronco divino, y entonces correrá por nosotros la savia abundante y co– 'piosa que produce muchos frutos dulces cual la miel. Gustaremos del vino divino que engendra vírgenes y em– briaga en los divinos y puros amores de la unión fruitiva y transformante. Digamos a la esposa de los Cantares, con el coro de las doncellas: «Llévanos tras de ti, corramos. Introdúcenos, rey, en tus cámaras y nos gozaremos y re– gocijaremos y cantaremos contigo, y cantaremos tus. amo– res, más suaves que el vino>i (72). El Esposo invita a la esposa : «Voy, voy a mi jardín, hermana mía, esposa, a coger de mi mirra y de mi bál– samo; a comer la miel virgen del panal ; a beber de mi (71) Jn., XV, 1-5. (72) Cant., I, 4.

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