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66 P. PTO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. Miqueas expresa la conciencia que había adquirido eJ el pueblo del amor divino: «Haz pacer a tu pueblo bajo tu cayado, el rebaño de tu patrimonio, que se queda ais– lado entre los zarzales en medio de los huertos» (63). Los Salmos tienen expresiones más líricas. «¿Por qué, ¡ oh Dios!, rechazas obstinadamente, arde tu ira contra el rebaño de tus pastizales?» (64). «Nosotros, tu pueblo y rebaño de tus majadas, te da– remos gracias eternamente, de edad en edad divulgare– mos tus alabanzas» (65). << ¡ Pastor de Israel l , escucha : Tú que guías a José como un rebaño, que tienes por trono a los querubines, muéstrate a la cabeza de Efraín, Benjamín y Mana– sés» (66). «Porque El es nuestro Dios y nosotros el pueblo da sus majadas, el rebaño de sus cuidados. Reconoced que el Señor es Dios, El es nuestro Hacedor; nosotros somos suyos, pueblo suyo y rebaño de sus majadas» (67). Son innumerables los textos que manifiestan la pose– sión amorosa de Dios y el cuidado solícito de los hom– bres, y, en especial, de su pueblo amado, a quien dará pastos saludables de gracia y de doctrina ... El Pastor vigila, conduce las ovejas a las aguas abundantes y cris– talinas, a los parajes de reposo; las protege de los lobos y de los peligros. Las ovejas, las almas, descansan tran– quilas y seguras bajo la mano protectora del Pastor di– vino. Jesús nos propuso la parábola del Buen Pastor y el (63) Mi., 7, 14. (64) Sal., 74, l. (65) Sal., 79, 13. (66) Sal., 80, 2-3. (67) Sal., 100, 3.
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