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62 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. En el orden natural, entre los futuros esposos es ne– cesario el mutuo conocimiento, el amor íntimo, las con~ veniencias de carácter, de posición, de condiciones, etc. Por esto el Esposo divino y el alma devota deben cono– cerse, tratarse, amarse íntimamente. La Esposa es nece– sario que esté sujeta al Esposo, que le obedezca, que le sirva, que se le parezca, que le ame con todo el corazón. Que el Esposo la atraiga a Sí mismo, la quiera de verdad. Entre los esposos hay comunicación de bienes, rega– los mutuos, intimidades secretas. Estas cosas son símbo– los de la entrega de los cuerpos, de la unión conyugal. «El que se allega al Señor se hace un espíritu con El» (59). El Esposo divino hace sus regalos espirituales a las almas fervientes y las comunica sus dulzuras inefa– bles que saben a paraíso, mucho más delicadas que los placeres que puede ofrecer el matrimonio cristiano. El matrimonio cristiano, elevado a la dignidad de sa– cramento, se propone como fin criar hijos para el cielo. La unión de Cristo con las almas tiende a dar frutos de obras buenas, que glorifiquen a Dios y sirvan a los de– más hombres. La unión de los cónyuges en el matrimo– nio cristiano debe ser permanente, la unión del alma con Jesús debe ser perpetua y eterna. «Te desposaré conmi– go eternamente» (60). La unión mística del Esposo divino con el alma santa es perenne, continua, en este mundo por la gracia y en el otro por la gloria. Con el tiempo aumenta el amor y la unión íntima. El Esposo introduce el alma en las bodegas del vino gene- (59) I Cor., VI, 11. (60) Os., II, 29.

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