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HORNO ARDIENIB DE CARIDAD 59 juntos en Atenas ; de San Buenaventura y de Santo To- · más, que enseñaban en la Sorbona de París. También entre Jesús y los hombres existe la amistad íntima. Jesús decía a sus discípulos : ceVosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo sier– vos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor; pero os digo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer» (53). La amistad suele ser entre iguales, según el prover– bio: Amor pares invenit aut facit. Ahora bien: entre Dios y la criatura hay distancia infinita. ¿Cómo Dios puede ser amigo del hombre? Dios, sin dejar de ser Dios, se hizo Hombre y tomó nuestra naturaleza, y se hizo igual a los hombres; se humilló, sufrió y murió por su salvación. Dios se hizo Hombre para hacerle como Dios por la participación de la gracia divina. Admira– ble misterio e inefable comercio entre el amor de Dios infinito y del hombre finito. Los amigos, aun los más íntimos, no pocas veces, ante los obstáculos y las adversidades, se alejan, son incons– tantes e infieles ; pero Jesús no es así. El mismo dice: ccNadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos» (54). Jesús dio toda su vida y su sangre por nosotros, muriendo por todos en la cruz. Conservó su fidelidad desde la Encarnación hasta la muerte, y la conserva ahora en los cielos. Basta que nosotros la conservemos de parte nuestra. En el Cora– razón de Jesús tenemos un amigo compasivo y miseri– cordioso, desinteresado, generoso y paciente. ¿Quién no confiará en la amistad de Jesús, conociendo lo que ha (53) Jn., XV, 14-15. (54) Jn., XV, 13.
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