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HORNO ARDIBNIB DE CARIDAD 57 a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos ele Dios, coherederos de Cristo, su– puE;!s!o que padezcamos con El, para ser con El glori– ficados» (50). Si somos coherederos con Cristo, recibiremos con El la herencia del mismo Padre celestial. Es lógico que, per– teneciendo a la misma familia del Padre Eterno, rec;,ba– mos también la herencia correspondiente y perteneciente a todos los hermanos. En el cielo tendremos una cena dulcísima, pues .dice Dios en el Apocalipsis: « Yo reprendo y corrijo a cuantos amo; ten, pues, celo y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré con él y cenaré con él y él conmigo. Al que venciere le haré sentarse conmigo en mi trono, así como yo vencí y me senté con mi Padre en su trono» (51). ¡ Qué satisfacción tener en el cielo a Jesús, nuestro Her– mano Mayor, que nos espera para colocarnos en el trono, pertenecer a su séquito y gozar de las delicias del eterno banquete! Corazón divino de mi Jesús, Hermano mío Mayor, ayúdame a seguir tus caminos para conseguir también tu dulcísima compañía en la eternidad. Que yo sea tu fiel y amante hermano en la tierra ; que no me separe nunca de Ti y habite siempre en tu Co– razón. (50) Rom., VIII, 17. (51) Apoc., III, 19-21.

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