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56 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. Luego Dios es Padre común que engendra al Verbo ab aeterno y engendra a los hombres por la gracia en el tiempo. «El Verbo vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron. Mas a cuantos le recibieron dióles poder de venir a ser hijos de Dios>J (48). Somos hermanos de Jesucristo porque tenemos tam– bién una Madre común, aunque en sentido diverso. La Virgen Inmaculada fue Madre de Jesús, que tomó carne de ella por obra del Espíritu Santo y de ella nació y con ella convivió. Sabemos que el Cuerpo Místico de Cristo se compone de Cabeza y miembros y que los miembros entre sí y con la Cabeza están unidos. Jesús es nuestra Cabeza y todos los cristianos son miembros del Cuerpo Místico. Al empezar la vida física y corporal de la Cabeza em– pezaron también a vivir los miembros unidos en esa mis– ma Cabeza. Nosotros, unidos a Cristo, nosotros, hijos de María con Cristo Cabeza. El natural; nosotros mís– ticamente; pero realmente. Además, antes de morir, ya pendiente de la cruz, nos dejó por Madre a su Madre. Dice el Evangelista ccque Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Ma– dre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa>J (49). Según toda la Tradición, Jesús declaró y proclamó a María Madre de toda la humanidad redimida, repre– sentada en el discípulo amado San Juan, que la recibió como Madre de toda la Iglesia y de todos los cristianos. San Pablo dice que ccel Espíritu mismo da testimonio (48) Jn., I, 11-12. (49) Jn., XIX, 26-27
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