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54 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. C.\P. chedumbre, su madre y sus hermanos estaban fuera y pretendían hablarle. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablarte.ii El, respondien– do, dijo al que le hablaba : « ¿ Quién es mi madre y quié– nes son mis hermanos?ii Y extendiendo su mano sobre sus discípulos, dijo: «He aquí mi madre y mis herma– nos. Porque quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre» (43). Jesús es, pues, nuestro Padre, porque nos dona la vida sobrenatural que El nos mereció con su Encarnación y con su Redención. Tiene Corazón de Padre porque nos alimenta y nos nutre con su doctrina, con su sangre, alma y divinidad que recibimos en la Eucaristía. El nos cuida como solícito Padre y nos tiene en su casa paterna y nos ama. Nos ama cuando somos hijos fieles que estamos tranquilos en la casa trabajando para su gloria. Pero aún nos ama cuando como hijos pródigos nos alejamos y vendemos todas nuestras riquezas espi– rituales por los placeres del mundo. Arrepentidos y lle– nos de vergüenza regresamos a la casa del Padre y nos recibe con los brazos abiertos ; El hace gran fiesta y nos ofrece un suntuoso banquete para alegrar la familia por el regreso del hijo que vuelve hambriento a comer de la mesa de la familia. ¡ Oh Corazón divino!, no permitas que yo me separe de Ti ; que salga de tu casa y me aleje de tu presencia. Quiero vivir a tu lado, amarte, servirte y trabajar para merecer la heredad que me prometes. (43) Mat., XII, 46-50.

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