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HORNO ARDIENIE DE CARIDAD 53 lugar de decirles: «No E,ois mi pueblo>i, se dirá de ellos: «Sois hijos del Dios viviente» (37). En los Salmos se refleja la paternidad de Dios respec~ to a cada uno de los miembros de la nación escogida. «Si yo hubiera dicho: Hablaré como ellos, hubiera trai– cionado la raza de tus hijos» (38). Y en el Eclesiástico: «Sé tú cual padre para el huér– fano y cual consorte ayuda a la viuda, y Dios te lla– mará hijo suyo, te será piadoso y te librará del sepul– cro» (39). El mismo libro añade: «Señor, Padre y Dueño de mi vida. Señor, Padre mío eres. Sí, eres el campeón de mi salvacióm (40). Dios sale a la defensa de su hijo y dice: «Pues si el justo es hijo de Dios, El lo sostendrá y lo arrancará de las manos de sus adversarios» (41). La paternidad divina se dirige a la colectividad de Israel y a los individuos de la nación predilecta y amada con ternura de Padre. En otros libros se encuentran semejantes expresiones de pa– ternidad y filiación. Dios es nuestro Padre porque no sólo nos da la vida natural como Creador, sino que nos otorga la vida sobrenatural como Redentor. «Yo he ve– nido para que tengan vida y la tengan abur.dante» (42). Jesús es la causa meritioria de la gracia santificante y con la gracia nos comunica la vida sobrenatural, por la cual somos hijos de Dios y hermanos en Jesucristo. Refiere San Mateo que, mientras él hablaba a la mu- (37) Os., 2, l. (38) Sal., 73, 15. (39) Eclo., 4, 10. (40) Eclo., 23, 4; 51, 10. (41) Eclo., 2, 18. (42) Jn., X, 10.

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