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28 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O, F. M, CAP. biduría: «Desde la eternidad fui constituida; desde los orígenes, antes que la tierra fuese. Antes que los abismos fui engendrada yo; antes que fuesen las fuentes de abun– dantes aguas. Antes que los montes fuesen cimentados; antes que los collados fui yo concebida. Antes que hi– ciese la tierra, ni los campos, ni el polvo primero de la tierra. Cuando fundó los cielos, allí estaba yo ; cuando puso una bóveda sobre la faz del abismo. Cuando daba consistencia a los cielos en lo alto, cuando daba fuerza a las fuentes del abismo; cuando fijó sus términos al mar para que las aguas no traspasasen sus linderos; cuando echó los cimientos de la tierra estaba yo con e] mismo arquitecto, siendo siempre su delicia, solazándome con El en todo tiempo» (8). Siendo el Corazón de Jesús el símbolo del amor divi. no, imagen de la infinita caridad de Dios, tiene relaciones íntimas con la Santísima Trinidad. El Amor Increado equivale a decir Dios Amante. Por esto, en base a los principios de la teología trinitaria, podemos decir que, en realidad, el Corazón de Cristo, por lo mismo que es símbolo natural del Amor Increado, subsiste en el Verbo, o sea, del Verbo Amante, es también símbolo del Padre y del Espíritu Santo como Amantes en el Verbo y con el Verbo la humanidad (9). Si es verdad que en las cria– turas las acciones se atribuyen propiamente a las perso– nas, a las cuales pertenece inmediatamente la existencia. vale con mayor motivo en Dios a causa de su absoluta simplicidad, que impide toda distinción real entre la na– turaleza, las facultades, las operaciones, la personalidad (8) Prov., VIII, 23, 30. (9) L. M. CrAPPI, O. P., La SS. Trinita e il Cuore di Gesu, en Cor lesu, t. I, Pars theologica, pág. 121, Roma, 1959.

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