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CAPITULO IV EL SAGRADO CORAZON DE JESUS Y LA SAN– TISIMA TRINIDAD No intentamos aquí explicar el misterio profundísimo de la Santísima Trinidad, cosa que supera al entendi– miento humano. Nadie puede penetrar en la vida ad intra de las tres divinas personas, eternas y coiguales. La Re– velación nos dice que hay tres personas distintas y un solo Dios verdadero. El Padre engendra eternamente al Hijo, que es su mismo Verbo; y éste es imarren subs– tancial del Padre, a quien ama infinitamente. Del amor mutuo substancial del Padre y del Hijo procede el E~– píritu Santo; ex Patre Filioque procedit (6). El Verbo Increado, siendo eterno y consubstancial a las otras personas, existía antes de todas las co~as crea– das, como nos dice San Juan: <<Al principio era el Ver– bo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. El estaba al principio en Dios. Todas las cosas fueron he– chas por El, y sin El no se hizo nada de cuanto ha sido hecho>) (7). Se dice en los Proverbios, hablando de la Eterna Sa- (6) DENZ., 86. (7) Jn., I, l.

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