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290 P. PIO M.ª DE MOr-.'DREGANES, O. P. M. CAP. Santa Clara de Asís, la hija primogénita del Poverello, meditaba la Pasión de Jesús y no pasaba día en que no saludaba y veneraba el Corazón de Cristo (52). ·San Antonio de Padua, Arca del Testamento, Martillo de los herejes de su tiempo, fue un apasionado amante de la cruz y que entrevió, a través de símbolos y alego– rías, la devoción al Sagrado Corazón (53). San Buenaventura es el Doctor Seráfico y el Teólogo Místico y el Maestro Minorítico, que con su doctrina y con su vida ejerció profundo influjo en la espiritualidad franciscana. Pío XII, en la Encíclica l:J1aurietis aquas, del 15 de mayo de 1956 (54), dice que San Buenaven– tura representa dignamente en el Orden Seráfico como el más insigne defensor de su tiempo del culto al Sagrado Corazón. Con seráfico amor exclama: <cDulcissimum enim Cor le'Su Christi tanta circa nos afficiebatur teneri– tudine amoris, ut non videretur ei grave pro nobis sustinere externum et acerbissimum genus mortis.» En muchas de sus obras auténticas, o bien atribuidas, habla del divino Corazón (55). Particularmente en las obras Lignum Vitae y Vitis mystica presenta su doctrina en consideraciones ascético,doctrinales con afectuosas in– vocaciones. Hablando de la lanzada, dice: <cUt per vulnus visibile vulnus amoris invisibile videamus.» El amor pa– terno y generoso de Jesús al alma debe corresponderse con amor filial y generoso. Quis illud Cor tam vulneratum non diligat? Quis tam amantem non redamet? Desea una vida de amor en el refugio divino: ccUt purificatus per te, ad te purissimum possim accedere et in Carde tuo omni- (52) RAMÓN, op. cit., págs. 160-161. (53) Ibíd., op. cit., págs. 162-166. (54) AAS., vol. 48, an. 1956. (55) RAMÓN, op. cit., págs. 166 y sigs.

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