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282 P. PIO M.a. DE MONDREGANES, O. P. M. CAP. los hombres por el símbolo natural y común entre las gentes, el Corazón, que es el órgano propulsivo de la sangre y manifestativo del amor. Ese es el medio univer– sal que usan los hombres para manifestar el amor. El Corazón físico de carne del Verbo Encarnado no se debe considerar separado de la persona divina, sino uni– do hipostáticamente. Según refieren los historiadores, el Sagrado Corazón se le apareció a Santa Margarita con símbolos especiales: a) Todo radiante de luz. Para significar que Jesús es luz que viene a iluminar a los hombres y mostrarles las verdades. El Verbo es lumen de lumine, luz de luz, que manifiesta la plenitud de su divinidad a través de su humanidad. b) Está envuelto en llamas. Sobre el Corazón de Jesús hay una vivísima llama, la cual nos indica que Je– sús nos ha amado y nos ama ardientemente. Manifiesta la pureza del amor que purifica los afectos terrenos y hace los corazones limpios y agradables a Dios. Es una llama que no se consume, como la zarza que vio Moi– sés (36), porque el amor de Jesús es eterno. Nos amó en caridad perpetua (37) y nos seguirá amando hasta la consumación de los siglos. Su amor es inagotable, in– mutable y eterno. Nuestros corazones deben arder en esa llama de ca– ridad para con Dios y para con el prójimo. Nunca debe extinguirse el ardor de nuestra caridad. Jesús vino para poner fuego y quiere que arda (38). El amor ardiente que nos muestra en la Eucaristía debe (36) Ex.. III, 2. (37) Jer., XXI, 3. (38) Luc., XII, 49.
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