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CAPITULO V }.ifi,ANIFESTACIONES S/MBOLICAS DEL SAGRADO CORAZON ~osotros estamos acostumbrados a conocer por seña– les o símbolos. Y la Naturaleza está llena de estos sím– bolos : así decimos que el palacio de Dios es la inmen– sidad del universo ; que el firmamento es su manto re– gio ; que el Sol es su trono ; que las lluvias son sus ben– diciones y sus gracias ; que el trueno amenaza con su justicia ; que las flores son sus promesas y los frutos sus dones. En toda la Naturaleza y en todas las latitudes de la tierra se usan los símbolos. Cada sociedad tiene sus divisas, y cada nación, sus banderas. En el orden religioso también se usan los símbolos y representacio– nes, porque la religión no destruye la Naturaleza. En el Antiguo Testamento decimos que el árbol de la vida del paraíso terrestre representa la Eucaristía ; el arca de Noé, la Iglesia; el sacrificio de Abraham, la inmola– ción de Cristo; el paso del mar Rojo, el bautismo; la serpiente da bronce, la cruz del Redentor. Jesús enseñó el reino de los cielos con parábolas to– madas de la vida palestinense ; instituyó los Sacramentos, que son al mismo tiempo signos y causa de la gracia. Jesús quiere simbolizar y manifestar su tierno amor a

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