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164 P. P!O M.ª DE MONDREGANES, O. P. M. CAP. Olivos, abandonado de todos. Consolar a Jesús como le consoló el Angel confortador que le envió el Padre Eter– no. Alma devota, tú que has recibido tantos beneficios y consuelos inefables del Buen Jesús, consuélale en esta ocasión en que El lo desea y se complace. 2. Jesús nos enseña a sufrir. El mundo huye del do– lor, máxime si toca el orgullo y el amor propio. Puede llegar hasta la desesperación. Jesús, Maestro de sabi– duría, nos da ejemplo de resignación y de conformidad a Dios. Señor, hágase en mí vuestra voluntad, no la mía.. 3. Todas nuestras penas y dolores físicos y morales no son capaces de satisfacer por un solo pecado. Se nece-– sitan los dolores y satisfacciones del Verbo Encarnado. Para valorizar más nuestros sufrimientos los unimos a aquellos que padeció Jesús en el huerto, los ofrecemos juntamente con El al Padre Eterno. Dios mío, si mis dolores no son dignos de satisfacción, los uno a los de tu Corazón para que se unan con vuestros sudores, con vuestra sangre, con vuestras penas de valor infinito. 4. Jesús nos da ejemplo de conformidad al Padre Eterno y de aceptación de los dolores causados por nues– tras culpas. El Angel viene a confortarle. En este valle de lágrimas también nosotros sufrimos y necesitamos la ayuda y el auxilio oportuno, necesitamos consuelo para no sucumbir al peso del profundo dolor. Los ejemplos de Jesús nos servirán de lenitivo y dul– ce bálsamo que mitigue nuestros sufrimientos. Si de parte nuestra procuramos consolar a Jesús en el modo que nos sea posible, El, que es misericordioso y omni– potente, nos consolará también a nosotros. Si recom– pensa un vaso de agua dado al sediento por su amor,

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