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252 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. P. M. CAP. puro y fino amor y a qué exceso le había llevado hacia los hombres, de los cuales no recibía más que ingratitu– des y agravios : »Y esto es más doloroso todavía que todo cuanto sufrí en la Pasión ; de tal modo que, si los hombres me rindie– ran alguna compensación de amor, juzgaría poco todo lo que he hecho por ellos y quisiera, si fuese posible, hacer todavía más ; pero ellos no tienen más que frialdad y repulsión por todas mis atenciones en hacerles bien. Dame, al menos tú, este placer de suplir su ingratitud en lo que seas capaz. Y mostrando yo mi impotencia, me respon– dió: Toma, he aquí con qué suplir todo lo que te falta. En aquel mismo instante el divino Corazón se abrió y salió una llama ardiente, que creí me consumía, porque fui totalmente penetrada y no podía sufrir los ardores. »Entonces le rogué que tuviera piedad de mi debili– dad. No temas nada, me respondió, yo seré tu fuerza. Oye mi voz y lo que te mando para cumplir mis designios. Primeramente, tú me recibirás en la comunión todas las veces que la obediencia te lo permita, cualquiera que sea la mortificación o la humillación que venga, pues lo de– berás recibir como prenda de mi amor. »Además, comulgarás todos los Primeros Viernes de cada mes. Todas las noches del jueves al viernes yo te haré participar a la mortal tristeza que sufrí en el huerto de los Olivos; ésa te reducirá a una mortal agonía, más dura que la misma muerte. Y para hacerme compañía en la humilde oración que presenté entonces a mi Padre en medio de todas mis angustias, te levantarás a las once de la noche 1 y te postrarás una hora conmigo con la cara por tierra para aplacar la cólera divina, pidiendo mise– ricordia por los pecadores y para mitigar de algún modo la amargura que sentí por el abandono de mis Apóstoles,

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