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236 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. P. M. CAP. CONCLUSION AGNUS DEI San Juan Evangelista nos describe en el Apocalipsis– el Cordero de Dios que con su sangre compró para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación, que oyó· la voz de muchos ángeles en rededor del trono y de los vivientes, y de los ancianos; y era su número de miría~ das de miríadas, y de millares y millares, que decían a grandes voces: «Digno es el Cordero que ha sido dego– llado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la for– taleza, el honor, la gloria y la bendición. Y todas las. criaturas que existen en el cielo y sobre la tierra, y en el mar y todo cuanto hay en ellos, oí que decían : Al que está sentado en el trono y al Cordero, la bendición~ el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos» (143). El Cordero de Dios, muerto por la redención del mun– do, es el centro de la .Jerusalén celestial; y el Cordero de Dios en la Eucaristía es el centro de la Iglesia mili– tante. A este Cordero inmolado en la cruz por nosotros bendecimos y le pedimos perdón : Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Perdónanos, Señor. Bórralos con tu sangre ... Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Oyenos, Señor. Por tus méritos, oye nuestras oraciones y plegarias... Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. (143) Ap., V, 11-13.
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