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HORNO ARDIENTE DE CARIDAD 235 de indecibles delicias, viendo intuitivamente la esencia de Dios como es en Sí, conociendo los misterios que aquí no podemos comprender y poseyendo seguros el objeto adecuado de la eterna felicidad. No sólo verán a Dios, sino también a Jesucristo resu– citado y glorioso, sentado a la diestra del Padre, coro– nado como Rey de Reyes y Señor de los que dominan, rodeado de la corte celestial que alabará al Cordero In– maculado, inmolado en la cruz por la salud de todos los que allí están predestinados. Verán el resplandor de las llagas del Salvador y penetrarán en el Corazón de Jesús, conociendo los tesoros de amor y de gracia que difunde a los hombres, especialmente a sus devotos. Coloquios y súplicas. ¡ Oh Salvador mío.!, que me habéis mostrado tanto amor hasta dar la vida por mi salvación y glorificación, quisiera gozar de las delicias de que gozaron los santos amándote y sirviéndote, y sa– borear cuán dulce y cuán suave eres para los que te aman. Ved y gustad de las delicias, de la paz inenarrable, de los gustos inexplicables con que regala el divino Corazón a sus devotos. Si en este mundo es inefable el gozo, ¿qué será en el otro, cuando el fin es seguro, la unión más íntima y clara? «Allí-dice San Agustín~descansaremos y veremos; ve– remos y amaremos ; amaremos y alabaremos. Y todo eso sin fin» (142). Jaculatoria. Corazón divino de Jesús, espero por tus méritos y misericordias gozar de Ti y contigo en el cielo. Amén. (142) De civit. Dei, l. 22, cap. XXX, núm. 5.

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