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20 P. P!O M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. se ofreció como una víctima de amor y de redención de manera cruenta ; en la Eucaristía se ofrece la misma Víctima cotidianamente de modo incruento. En la cruz se ocultaba sólo la divinidad, en la Eucaristía se oculta también la humanidad; pero, en realidad, es siempre J,esucristo, con su Corazón, Horno ardiente de Caridad. No faltaron herejes, como los pistoyenses, que afirma– ron que esta devoción es nueva, errónea y peligrosa (3). I. Basta indicar algunas razones para probar que no comprenden la cuestión. a) En primer lugar, no se puede llamar nueva en cuanto a la substancia, sino sólo en cuanto a las formas o modalidades en practicarla. Empezó con el mismo cris– tianismo. Jesucristo se presenta en esta forma para ma– nifestarnos el inmenso y misericordioso amor que ya nos tenía en la Encarnación y la Redención del mundo. En toda su vida terrena el Corazón físico y de carne de Jesús, unido a la divinidad, nos dio pruebas de su amor. b) Tampoco es errónea o peligrosa, porque existe una mzón especial para adorar al Corazón divino como ór– gano manifestativo del amor. Entre los modernos fisió– logos se disputa si los afectos del amor sensible residen en el sistema nervioso, cuyo centro es el cerebro, o en el corazón. Sin entrar en pormenores del funcionamiento ile nuestro sistema nervioso podemos afirmar que en el corazón se manifiestan los afectos de la persona y que siempre se ha considerado el corazón como símbolo del amor. Evidentemente que, como hemos dicho, no podemos considerar al Corazón de Jesús sólo como símbolo del , (3) DENZ., 1562-1563.

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