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214 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. P. M. CAP. días por la Eucaristía ; proveéis a la perpetuidad de la vida humana por el Matrimonio; nos dais el precioso don y diginidad sacerdotal por el Orden del presbite– rado; y, finalmente, nos confortáis y ayudáis en los úl– timos momentos de nuestra vida terrena para pasar a ia celestial con la Extremaunción. La Iglesia, procediendo del Corazón de Cristo, no pue– de ser otra cosa que una sociedad divina sobrenatural, una madre de amor y de ternura. A todos procura los bienes del alma y del cuerpo, los del tiempo y de la eter– nidad, con amor y con orden jerárquico. La historia de todos los siglos confirma que la Iglesia es la sociedad del amor verdadero, de la paz, de la cari– dad, de la justicia y del orden. ¡Cuán bueno y cuán sua– ve, cuán seguro y cuán consolador es habitar en el refu– gio del Sagrado Corazón para defendernos de todos los enemigos, visibles e invisibles ! Jaculatoria. Corazón divino, a través de esa herida visible, dame a conocer tu amor invisible. Jesús amabilísimo, en la herida de tu Corazón quiero refugiarme contra todos los enemigos y peligros.
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