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HORNO ARDIENTE DE CARIDAD 209 Dios manda obedecer y honrar al padre y a la madre, en quienes reside la autoridad familiar. San Pablo es– cribe a los hebreos: «Obedeced a vuestros pastores y estadles sujetos, que ellos velan sobre vuestras. almas, como quien ha de dar cuenta de ellas, para que lo ha– gan con alegría y sin gemidos, que esto sería para vos– otros poco venturoso» (99). 2. Jesús enseñó, predicó y obró, dándonos ejemplos admirables de obediencia. Obedece a las leyes de la sina– goga y a las ceremonias religiosas, como la· visita al templo de Jerusalén, la circuncisión, el rescate, la presen– tación en el templo. Por obediencia huye a Egipto y re• gresa a Nazaret, donde vivía sujeto a José y María. Et erat subditus illis (100). En las terribles agonías del huerto exclama: «No se haga mi voluntad, sino la vuestra» (101). San Pablo dice de El que «fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz» (102). Y, efectivamente, realizó la obra de la reden– ción para cumplir la misión del Padre. Todo está com– pleto, todas las disposiciones del Padre están cumplidas. «No he venido a este mundo para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió» (103). 2. Jesús obedeció a todos y en todas las cosas; es nuestro modelo acabado. ¿Cómo es nuestra obediencia a las potestades constituidas? ¿A las leyes humanas y di– vinas? ¿A los deberes del propio estado? En una pala- (99) Hebr., XIII, 17. (100) Luc., II, 51. (101) Luc., XXII, 42. (102) Fil., II, 8. (103) Jn., IV, 34. 14

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