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HORNO ARDIENTE DE CARIDAD 201 ofreciéndose a Sí mismo» (92). Y San Juan nos dice: «Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesu– cristo, justo. El es propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mun– do» (93). 3. El Corazón divino fue el Sacerdote Sumo que se ofreció a Sí mismo en rescate por todos los hombres, en satisfacción de todos los pecados, en reparación de todas las ofensas. Fue la Víctima de valor infinito ofre– cida al Padre Eterno para hacerle propicio y benévolo con la pobre humanidad caída en el pecado y en la mi– seria. El Corazón de Jesús se ofrece en satisfacción por to– dos los pecados del mundo. Hostia de valor infinito que repara las ofensas de los hombres. El Corazón de Jesús paga la deuda que nosotros contrajimos. «Teniendo. pues, hermanos, en virtud de la sangre de Cristo, firme confianza de entrar en el. santuario que El nos abrió, como camino nuevo y vivo a través del velo, esto es, de su carne ; y teniendo un Gran Sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con sincero corazón, con fe per– fecta, purificados los corazones de toda conciencia mala y lavado el cuerpo con el agua pura. Retengamos firmes la confesión de la esperanza, porque es fiel el que la ha prometido» (94). Meditemos cómo Jesús se ofreció Víctima por nues– tros pecados, padeció horriblemente y murió ignominio– samente para cancelar nuestras culpas. Anuló el decreto (92) Hebr., VII, 26-27. (93) I Jn., II, 1-2. (94) Hebr., X, 19.
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