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194 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. A la Magdalena, arrepentida, perdonó sus pecados, porque le había amado mucho (83). En Betania ve a las hermanas de Lázaro que lloran la muerte de su hermano y El, con voz taumaturga, exclama: «Lázaro, ven afuera, resucita.» Y todos quedan admirados y consolados (84). San Mateo narra que al desembarcar vio una gran multitud y se compadeció de ella, y curó a todos sus enfermos y multiplicó los panes para que todos comie– ran y se saciaran (85). Pasa por este mundo haciendo bien a todos y prodi– gando sus misericordias para con los enfermos e infe– lices. Los fariseos decían a los discípulos: « ¿Por qué vuestro Maestro come con publicanos y fariseos?» El, que los oyó, dijo: «No tienen los ~anos necesidad de médico, sino los enfermos.» Id y aprended qué signi– fica «prefiero la misericordia al sacrificio», porque «no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecado– res» (86). Coloquios y súplicas. Corazón divino, dame pacien– cia en tantas miserias de la vida presente. Paciencia con mi prójimo, con mis superiores, iguales e inferiores ; paciencia conmigo mismo en mis tribulaciones y en– fermedades ; paciencia con las cosas que me rodean. Como tú tienes tanta misericordia con los enfermos y pecadores, comunícame también esa misericordia para saber perdonar, olvidar y vivir en paz. Que irradie bon– dad, misericordia y compasión con todos los hombres, especialmente con los que sufren. (83) Luc., VII, 36 y sigs. (84) Jn., XI, 33-45. (85) Mat., XIV, 13 y sigs. (86) Mat., IX, 11-13.

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