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HORNO ARDIBNTE DE CARIDAD 193 Con razón podía decir: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón (81). Paciente en las privaciones de su Nacimiento, en la huida a Egipto, en la casita de Nazaret, durante su vida pública, en las persecuciones, en las adversidades, en las humillaciones, en los dolores y angustias de la Pasión. Paciente ante los tribunales, en la flagelación, en la co– ronación de espinas, llevando la cruz a cuestas. Paciente, sobre todo, en la crucifixión entre dos infames ladrones. Paciente hasta el último suspiro en que encomienda rn alma al Padre Eterno. Modelo de todas las virtudes, pero de manera especial en ésta tan necesaria en la vida. 2. Aprendamos de Jesús la paciencia en todas nues– tras adversidades, enfermedades, dolores, humillaciones y agravios de la vida presente. Para vivir cristianamente en este valle de dolor ne– cesitamos no poca dosis de paciencia firme e inalterable. Procuremos la vida tranquila, serena y paciente en medio de todas nuestras adversidades. La invocación afirma que el Corazón divino tiene mu– cha misericordia. Su Encarnación y su venida a este mundo fue un acto de infinita misericordia, porque vino por nosotros y por nuestra salud. Compadecido de los hombres, vino a salvarlos. 3. Además, durante su vida cumplió muchos actos de misericordia. A petición de su Madre, convierte el agua en vino, compadecido de la humillación de aque– llos dos esposos que celebran su boda. Apenas encontró a la pobre viuda de Naim, movido a piedad, le dice: «No llores», y resucitó a su hijo (82). (81) Mat., XI, 29. (82) Luc.. VII, 13 y sigs. 13
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