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HORNO ARDIENTE DE CARIDAD 189 ,curemos que a nuestros corazones lleguen esos arroyos de gracias copiosas para que sean continuamente regados .Y den frutos abundantes y copio.sos. 3. H:ay muchos hombres que no están unidos a la vid; viven fuera o separados de la Iglesia, sin la fe o sin la gracia santificante, y no pueden fructiifcar para la eternidad. Es necesario, pues, atraer a todos los extraviados, con– ,ducirlos al jardín de la Iglesia para que puedan ser rega– <los por la fe y la gracia, para que también ellos den frutos de vida eterna. Para el Corazón divino ya no hay distinción entre judíos, gentiles, griegos, libres o esclavos. Todos pueden unirse a la verdadera vid, Cristo, y pro– <lucir frutos saludables para la vida eterna. Coloquios y súplicas. Vayamos como ciervos sedien– tos a beber de las aguas que nos ofrece el Salvador. Sus llagas, y particularmente su Corazón abierto, son para nosotros como fuentes de vida y riqueza espiritual. Que nos dé a beber de esa agua saludable que brota hasta la vida eterna. Que nos conceda la santidad, la doctrina, las efusiones del Espíritu Santo, para saciarnos de la dulzura de su amor. No busquemos agua en las cisternas secas, vayamos a buscarla a la fuente perenne de vida, que nos la da ,gratis y en abundancia. Jaculatoria. Tengamos hambre y sed de justicia, y .del Corazón divino recibiremos en abundancia lo que necesitamos ; quedaremos hartos y saciados.

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