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152 P. PIO M,a. DE MONDREOANES, O. F. M. CAP. rado» (25). «Todas las cosas se hicieron por El, y sin El no se hizo nada de cuanto ha sido hecho» (26). 2. El Corazón divino asocia a la majestad infinita la perenne estabilidad. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos (27). Es el Eterno Presente antes de los cielos y de la tie– rra. Antes de Adán, de Abraham, de Isaac, de Jacob y de Moisés... Ayer tendían a El todas las generaciones del Antiguo Testamento, que le esperaron por largo tiempo. Hoy tienden a El todos los crisitianos que por derecho le pertenecen; y aun todos los no cristianos, que tiene derecho a conquistar y someter a su dulce imperio. Mañana, y por todos los siglos, tenderán a El todas las gentes futuras que adquirió con su sangre. 3. Dios manifestó su grandeza en la creación del mundo. Con estupor y solemnidad promulgó la Ley sobre el monte Sinaí. Apareció bello y lleno de resplandores en el monte Tabor. En el monte de Getsemaní hizo caer por tierra a los que le buscaban para prenderle, diciendo: Yo soy. En el juicio final, cuando aparezca el Hijo del Hombre a juzgar al mundo entero, será de una majestad impresionante, sobre todo al pronunciar la sentencia de eterna condenación a los réprobos. Coloquios y súplicas. Cuando oramos debemos po– nernos en la presencia de su Divina Majestad, y, pen– sando que nos está mirando, esforcémonos en evitar las di~tracciones voluntarias y las irreverencias. Delante de (25) Sal., 71, 17. (26) Jn., I, 3. (27) Hebr., XIII, 8.

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