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146 P. PIO M.ª DE MONDRBGANES, O. F. M. CAP. del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el Hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios (18). María exclamó: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (19). Concluye San Juan: «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (20). 2. Luego la Virgen Inmaculada fue constituida Ma– dre del Verbo Encarnado. Verdad definida solemnemente por el Concilio de Efeso contra Nestorio y sus secuaces. La segunda persona de la Santísima Trinidad tomó car– ne del seno inmaculado de María, se revistió de nuestra naturaleza para redimirnos y salvarnos. Dios se hizo nues– tro semejante, es nuestro Hermano Mayor. Su Madre, según la carne, es nuestra Madre, según el espíritu. La gracia santificante nos hace hijos de Dios y miem– bros de Cristo. El Cristo total es el Cuerpo Místico que se compone de Cabeza y miembros. María es Madre de la Cabeza, luego debe serlo también de los miembros unidos a esa Cabeza. La Cabeza y los miembros nacen de una misma Madre. Pero no es Madre del mismo modo: de Jesucristo, según la naturaleza física; Madre de los hombres, según la gracia en el orden sobrenatural y místico ; pero siempre Madre espiritual. Con un mismo fiat se encarnó el Verbo y empezó a llevarnos a nosotros espiritualmente en su inmaculado seno. Desde el primer instante que penetra la gracia santificante en el hombre, se hace hijo de Dios, miembro del Cuerpo místico e hijo de María. Podemos llamarla con verdad: María, Madre nuestra. 3. María es la primera redimida por los méritos de (18) Luc., I, 26-35. (19) Luc., I, 38. (20) Jn., I, 14.

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